Álbum musical destacado por la página web oficial de la Universidad Nacional de Educación Pública Estatal Española (UNED). Apartado dedicado a MIGUEL HERNÁNDEZ, "Poemas musicalizados y discografía". Incluído también en la obra literaria del escritor y colaborador de Radio Nacional de España Fernando González Lucini, "MIGUEL HERNÁNDEZ ...Y su palabra se hizo música".

martes, 4 de octubre de 2016

FICCIÓN: 10 Lugares de Orihuela en donde pasar auténtico terror: 9. El Teatro Circo


Testigo: Lo que voy a contarte, quiero que no se lo cuentes a nadie.

Yo: ¿Pero puedo publicarlo en el Blog sin nombrarte?

Testigo: Sí, pero no le digas a nadie nunca quién te lo contó.

Así es como el hombre que había dedicado varios años de su vida trabajando en el Teatro Circo, inició su relato.

Me tiemblan las piernas solo de pensarlo.

Todo ocurrió hace aproximadamente un año (2015).

El invierno ya mostraba su furia con aquellos días frescos que obligaba a la gente a abrigarse con ropas gruesas.

Era mediodía y no quedaba nadie trabajando en las instalaciones del teatro.

Me encontraba solo haciendo mis tareas cuando de repente escuché un golpe muy fuerte.

Llamé al resto de compañeros de trabajo para interrogarles sobre aquel extraño ruido, pero ninguno contestó.

Solamente estaba yo.

Así que armado de valor, pues me temía que un intruso se hubiese infiltrado en el interior del recinto sin mi consentimiento, me dirigí con sigilo a investigar las causas de aquel aparatoso ruido.

En mi caminata no me topé con nada extraño ni tampoco conseguí dar con nadie que hubiese sido el culpable de aquel golpe.

Me tranquilicé un poco pero me quedé con las mosca tras la oreja.

Pasadas dos horas, uno de mis compañeros, apareció de repente. Entró sin hacer ruido y eso es lo que me asustó pues lo normal es que se escuche siempre el monótono y familiar sonido de las puertas abriéndose. O mejor todavía que te hagan una señal para que sea yo mismo el que les abra a ellos.

Le pregunté que cómo había entrado y me contestó que una de las puertas de emergencia estaba abierta de par en par.

Me quedé callado pensando quizás que aquello no fuese más que una casualidad y que aquella puerta se hubiese quedado abierta por algún despiste de cualquiera de nosotros los que trabajábamos allí.

Lo tomé como un hecho aislado y puntual y traté de olvidarlo.

Un día de la misma semana, pasadas las doce de la noche, nos localizó la policía que estaba haciendo una ronda por la zona y nos dio el aviso de que se habían encontrado las puertas de emergencia abiertas.

Les pedimos por favor que investigaran y se dieron un garbeo por el interior intentado localizar al misterioso causante del portento, pero no encontraron a nadie.

Desde la dirección, que se habían enterado del caso, nos hicieron recibir a unos técnicos de mantenimiento que pasaron a revisar las puertas y sus cerraduras para constatar que todo estaba en orden.

Todo estaba correcto. Las puertas no podían abrirse desde dentro. Era imposible que una de aquellas puertas la abriera alguien desde el exterior. Pues se trata de un mecanismo de barras que obliga a empujar hacia fuera.

La puerta que más follón nos estaba dando, decidimos que fuera sellada con una cadena y eso es lo que hicieron los técnicos.

Pasaron las horas sin ningún contratiempo pero pasados unos días, me llamaron por teléfono avisándome de que habían visto otra vez las puertas abiertas.

Recuerdo que aquel día había escuchado un ruido extraño que me llamo mucho la atención, pero influenciado por los sucesos de días anteriores y asustado, no me había atrevido a hacer una ronda por allí para averiguar lo que había pasado.

Sin embargo, el martilleante sonido del teléfono me sacó de mi retirado silencio y me obligué a bajar en busca de respuestas que aclarasen algo las causas que tanto a mí como al resto de mis compañeros nos mantenían en suspense.

Al llegar a los pies de la puerta anclada la encontré en perfectas condiciones. 


Seguía cerrada con la cadena puesta.

Me volví y me dirigí hacia la otra puerta, la que no recibió ningún tipo de “arreglo”.

Y allí estaba, abierta de par en par ante mis narices.

Con un escalofrío que me atravesaba toda la espalda, la cerré y respiré indignado ante aquellos sucesos tan extraños que me estaban costando un disgusto.

Desde la dirección recibimos una reprimenda porque nos culpabilizaron de que alguno de nosotros nos dejábamos la puerta o las puertas abiertas.

Pero te aseguro que ninguno de nosotros fue el culpable de aquello.

Se volvió a llamar a los de mantenimiento y cambiaron las cerraduras de la puerta principal y trasera.

Desde que se reforzó la cerraja de las puertas, ya no ha habido ningún contratiempo.

Pero en mi interior queda la duda por lo que sucedió.

¿Fue un fallo técnico que se repetía, o alguien, un ser invisible y vengativo, era el causante de lo que allí acaeció?

Y eso es todo lo que pasó... misteriosamente se abrían las puertas solas. Y nadie nunca, supo el por qué.

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