Álbum musical destacado por la página web oficial de la Universidad Nacional de Educación Pública Estatal Española (UNED). Apartado dedicado a MIGUEL HERNÁNDEZ, "Poemas musicalizados y discografía". Incluído también en la obra literaria del escritor y colaborador de Radio Nacional de España Fernando González Lucini, "MIGUEL HERNÁNDEZ ...Y su palabra se hizo música".

sábado, 4 de noviembre de 2017

Leyendas de Orihuela: La Leyenda de las Cadenas


En la Plaza de las Salesas, en tiempos más tempranos, vivía un hombre acaudalado al que apodaban Juan “el Moro” o “el Mozo” según la versión.

Cuentan los más ancianos que aprendieron de sus abuelos y estos de sus bisabuelos que cuando este sujeto vino a vivir a tierras oriolanas trajo consigo a una niña cuyo nombre se pierde en el tiempo pero a la cual no dejaba de agasajar y mimar por el grande cariño que le tenía.

Como no podía ser de otra manera, los años fueron pasando para esta dichosa familia y aquella que había llegado como niña ya se mostraba a las gentes como una hermosa mujer cuya fama de preciosa se extendió por toda la comarca hasta el punto de que los pretendientes a su mano venían desde lugares inhóspitos y alejados.

Juan el Moro no quiso saber nunca jamás nada de tales pretensiones ya que según sus propias palabras su linda hija ya estaba comprometida con un próspero comerciante argelino.

Por ello debía de cuidar de ella con feroz celo hasta el día en que fuera entregada a su prometido.

Pero quiso el amor hacer acto de presencia en forma de un joven de nombre Andrés que era hijo de Pedro el Espartero.

Un muchacho que compartía con ella edad y aficiones y sin que la chica se percatara dejó que su mente se turbara por el fervor del enamoramiento.

Así que los días pasaban entre cálidos deseos de conocer a aquella muchacha que le arruinaba el sueño ya que deseaba abrazarla, besarla.

Cada vez que podía, se acercaba entre las sombras a la puerta a observar a su amada, noche tras noche, hasta alcanzar la madrugada. Y esto hizo mella en ella que fue dando paso de la curiosidad al cariño, de este al amor y finalmente al deseo.

Un día, la joven decidió que ya era hora de conocer a aquel que la observaba siempre escondido pero con la mirada cándida y dulce. Bajó disimuladamente y como quien no quiere la cosa, se hizo la distraída y consiguieron mantener una conversación.

Aquella fue la chispa que lo inició todo.

Desde aquel día, los encuentros en la Plaza de las Cadenas se sucedían cada vez con más frecuencia y la pasión que ambos sentían mutuamente iba creciendo sin control.

Y como es moneda de cambio en nuestra polémica ciudadela, la envidia, los celos, e incluso, las ganas de fastidiar al prójimo, hicieron su aparición a través de una anciana con aspecto de bruja que vivía por las cercanías de la Plaza de las Cadenas.

Dicha anciana malévola y sin corazón, fue a advertir al padre de la muchacha que quedó impresionado por tales noticias.

Así que entre ambos urdieron un plan.

El tutor de la muchacha se escondería en lugar seguro al acecho de que el pretendiente de su hija apareciese y en cuanto se observase algún comportamiento no deseado se produciría una reacción ante tal afrenta.

Una mañana, Juan permanecía oculto esperando ser testigo de la visita casual de su “enemigo”.

El joven apareció con una enorme sonrisa y la muchacha se arrojó a sus brazos.

El padre entró en cólera y sacó su espada.

Cuando todo pasó, el hombre se dio cuenta de la tragedia ya que con su propia arma había asesinado a los dos enamorados.

Un gran charco de sangre manchaba el suelo mientras él permanecía en pie aturdido por lo que acababa de hacer.

La pena fue más grande que su regocijo y acabó sacando uno de sus puñales y se lo clavó para acabar también con su propia vida.

Lo último que recuerdan las sabias gentes de Orihuela es que de la noche a la mañana apareció un caballero vestido de negro al que nadie conocía pero cuyas intenciones fueron en seguida supuestas. Había venido a llevarse consigo a la bruja, la verdadera culpable de aquel trágico asunto.

Poco tiempo después, en el día de Nuestra Patrona la Virgen de Monserrate, un barullo descomunal y ensordecedor atrajo las miradas de las gentes que vivían en la calle de La Feria.

El escándalo fue tal que los vecinos que se encontraban en la Catedral, salieron para saciar su curiosidad y pudieron contemplar un hecho que aún hoy día se recuerda.

Un gato negro enorme perseguía a una anciana con tal ferocidad y violencia que la acorraló en el recinto de las cadenas de la catedral que estaba considerado desde tiempos inmemoriales como lugar sagrado para los oriolanos.

El colérico animal se movía de un lado para otro sin querer penetrar en el recinto santificado.

Entonces, se detuvo en seco, se transfiguró en un ser humano de carne y hueso pero de aspecto extraño que recordaba a uno de esos seres malditos que viven en las entrañas de la tierra. Empezó a girar sobre sí mismo y como si un torbellino fuese, arrancó las cadenas con su fuerza y se llevó a la vieja con él y nunca más se supo de ella.


FUENTE: Cuadernos de etnografía (José Ojeda Nieto)

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