No hay razón de que yo te diga que siendo niño contaba mi
madre que había aquí en el pueblo un hombre al que le gustaba viajar a
Torrevieja con su carro de melones.
Al llegar a Rojales, enfrente del cementerio, se distrajo
con un borreguico que estaba en medio del camino.
Bajó del carro, miró a cada lado y como no lo veía nadie
subió al animalico al carro.
Caminaron un buen trecho y el borrego, quien sabe si
juguetón, tiró la alfalfa que iba comiendo.
El carretero se agachó para cogerla del suelo y dársela otra
vez al animalico.
Pero como un niño con rabieta, el borrego repetía la
operación una y otra vez, y así obligaba al carretero a detenerse, bajar de la
carreta y recoger la mata para dársela otra vez al borrego.
-
Es la última vez,
voy a subir ahí arriba y te voy a matar por todas las veces que me has hecho
bajar.
El borrego parecía que se le reía pues unos dientes largos
le enseñaba.
El hombre que ya estaba muy molesto, subió al carro y cuando
ya tenía cogido al borrego para matarlo, el animal se puso a chillar y a
escupir fuego por todos lados.
El carretero sólo acertó a empujarlo y echarlo del carro.
Cuando el hombre llegó a Torrevieja tuvieron que ayudarlo
pues desde ese día dicen que enfermó.
Y que de su boca sólo salían estas palabras:
No has de coger
lo que no es tuyo
pues castigo yo intuyo:
que tendrás que correr.
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