El sábado 15 de Marzo de 1986, un guarda jurado llamado
Francisco Blas López acabó con la vida de dos mujeres y un hombre empleando un
arma de fuego.
La historia es como sigue:
En la barriada del Escorratel, en un local conocido como el
Bar Zapata poco sabían sus ocupantes los trágicos acontecimientos que se
avecinaban.
Agraciado de un cuantioso premio de lotería nacional cuantificado
en un millón de pesetas, Francisco acudía con asiduidad a dicho lugar para dejarse
acariciar por la dulce compañía del sugerente ambiente que habitaba en el
local.
Repartiendo risas y bromas entre los clientes, las dos chicas
de la casa, Beatriz Moreno Martínez de 28 años, compañera del arrendatario del
establecimiento y Martina Martínez López
de 23 años, empleada, trataron con mimo a su “amigo” que con afecto las acogía.
Nadie se dio cuenta de que este hombre se estaba
encaprichando de una de las muchachas.
Francisco Blas López, el asesino, conocido con el apodo de
Paco el Patillas, tenía 57 años, se había separado de su mujer desde hacía 10
años y trabajaba como guarda jurado en una urbanización de Montepinar.
Algunas fuentes apuntan a que este hombre mantenía algún
tipo de relación afectiva con alguna de las asesinadas.
Otros por el contrario, afirman que todo se trataba de un
asunto de dinero. Quizás pequeños préstamos a cambio de favores y cariño que
estas dos muchachas le otorgaban. (Sólo son rumores).
A primeras horas de la mañana apareció el Guarda por el
establecimiento y mantuvo duras conversaciones con alguna de las mujeres.
Alrededor de la una de la tarde, regresó Francisco Bas al
local para comenzar una discusión con Beatriz Moreno.
Sacó una pistola y disparó a la chica hiriéndola
mortalmente.
Sin apenas tiempo para reaccionar, Martina sintió el impacto
en su cuerpo de una de las balas e intentando desesperadamente proteger la vida
de su hija de tres meses que estaba postrada en un canastillo la envolvió con
su cuerpo.
Francisco se abalanzó sobre ella y la remató de varias cuchilladas.
La pequeña sobrevivió milagrosamente.
Francisco Mateo Pacheco, un leñador de 21 años que se encontraba allí por
casualidad, se enfrentó al asesino intentando
evitar la masacre y recibió también varios impactos de bala, causándole la
muerte.
Rosi Escámez Gutiérrez de 21 años, herida en una pierna por
tres disparos, consiguió refugiarse debajo de una mesa y salvar así su vida.
Fue ingresada en el Hospital Provincial de Insalud de Alicante. Se trataba de
otra empleada del bar que trabajaba solo los fines de semana.
Lo que poca gente sabe es que precisamente en el instante en el que se producía la masacre un
cliente habitual entraba por la puerta del establecimiento sin dar crédito a lo
que sucedía.
El asesino le plantó la pistola en la cara con un giño de furor
y rabia en los ojos. Permanecieron callados los dos un par de segundos y el que
sujetaba el arma dijo:
¡Paco, sal de aquí!
Eso fue lo último que escuchó dando gracias porque había salvado
la vida por Dios sabe que razones.
El criminal, contempló el cuadro que había producido, aguardó
unos instantes antes de salir por la puerta como queriendo asimilar sus actos y
se introdujo en su vehículo para iniciar la fuga.
Un Seat 133 amarillo con matrícula M-9512-G que por un tiempo
no pudo ser localizado por la policía.
Durante los escabrosos hechos, se encontraban en el local
cerca de una docena de clientes que fueron testigos directos de los crímenes.
Sobre las diez de la noche el establecimiento fue sellado y
jamás se ha vuelto a abrir.
Han pasado treinta años y el lugar permanece intacto, tal y
como el día en que sucedieron los acontecimientos.
Con las botellas por las mesas, el ventilador en la barra,
el canastillo del bebé manchado de sangre, el bolso guarda pañales y los gritos de desesperación alojados por la
eternidad en un lugar en donde jamás volverán a florecer los sentimientos de júbilo.
El propietario del establecimiento, acudió al bar media hora
después de que hubiesen ocurrido los hechos y hubo que tratarle ante una fuerte
depresión nerviosa.
Pocos días después, inspectores del Cuerpo Superior de
Policía adscritos a la comisaría de Orihuela, encontraron el cuerpo sin vida de
Paco el Patillas, con un orificio de bala del calibre 9 largo en la sien en el
interior de un almacén donde también estaba escondido su vehículo en la finca de
Montepinar, en donde solía ejercer como Guarda Jurado.
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