Álbum musical destacado por la página web oficial de la Universidad Nacional de Educación Pública Estatal Española (UNED). Apartado dedicado a MIGUEL HERNÁNDEZ, "Poemas musicalizados y discografía". Incluído también en la obra literaria del escritor y colaborador de Radio Nacional de España Fernando González Lucini, "MIGUEL HERNÁNDEZ ...Y su palabra se hizo música".

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Leyendas de Dolores: La Leyenda de los Santos


Nadie parece querer recordar que no hace mucho tiempo los seres humanos, esos que eran nuestros vecinos, nuestros propios hermanos y familiares, dejaron que la neblina de la barbarie les cegara y se dejaran llevar por un ambiente anti eclesiástico que se propagó por toda España como la pólvora en los días que precedieron a la contienda que enfrentó y dividió a nuestro país en dos partes.

Los milicianos la tomaron con las iglesias y con todo el patrimonio que había en su interior y en las fachadas y el daño artístico que provocaron no puede medirse o tasarse con una cantidad de dinero porque algunas de las obras que destruyeron no tienen precio.

Por eso, fruto de aquellos días salvajes, nos han llegado cientos de historias, unas en forma de leyendas, otras con visos de realidad vestidas con un fino manto de misticismo de la que voy a destacar una.

Cuentan del pueblo de Dolores, que en una de estas ocasiones, un grupo de milicianos estaban sacando a la fuerza y contra la voluntad del pueblo las figuras de los santos que se guardaban en su iglesia.

Un miliciano se quedó mirando de frente la talla de San Juan y con rebeldía le escupió estas palabras:

- ¿Tú que señalas?

Y justo después le rompió el brazo que había permanecido hasta ese día en posición semi horizontal con un dedo extendido.

Pocos días después se supo que aquel hombre se había marchado a combatir a la guerra y que en ella había perdido justamente el mismo brazo que le había roto a la figura.

Aquel mismo día de la barbarie, otro miliciano que se fijó en la talla de nuestro Señor Jesucristo observó que las piernas le sobresalían y de igual modo que a San Juan le habían roto el brazo, a Cristo le rompieron las piernas.

Pues bien, se sabe que este hombre regresó herido del frente en una camilla y sin piernas.

Los actos vandálicos de aquel día no se habían terminado, ya que uno de los milicianos que jugaba con una pistola se enfrentó a la talla de la Virgen y retó a los demás a que tuviesen el valor de dispararle a la frente.

Como nadie quiso hacerlo, él mismo apuntó hacia la figura y dejó que el arma descargara una bala que impactó sobre la zona de los ojos.

Y poco después sabemos por él mismo que regresó arrepentido y pidiendo perdón por haber dañado la figura de la Virgen que tanto adoraba y amaba el pueblo y que por ello se le había castigado y privado del don más preciado que podamos tener las personas, la capacidad de ver.



FUENTE: Cuadernos de etnografía (José Ojeda Nieto)



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