Por las noches, se sentía una presencia en dicho sitio.
Como si alguien de cerca, muy de cerca, pusiese sus ojos y
su aliento sobre nuestro cogote.
Fueron a buscarme a mi lugar de trabajo un par de personas
que querían comentarme lo que allí se había dicho durante décadas.
Que el lugar estaba maldito por culpa de la consecución de
un horrible crimen y que allí ocurrían cosas misteriosas.
Por supuesto, no di crédito a lo que me contaban, pues
contagiados de los efluvios que hasta ellos había llevado la Ruta del
Miedo, bien podría tratarse de habladurías
o chismes entre vecinos pero que realmente no tuviesen fundamento alguno.
Pasaron los días, y como suele ocurrir, el misterio llamó a
mi puerta.
En una de esas maravillosas ocasiones en las que suelo
celebrar la Ruta Nocturna, nos regaló los oídos un testigo que había habitado
aquella calle durante un tiempo.
Su testimonio fue muy personal y lo contó con miedo. Por las
posibles represalias del resto de vecinos me rogó que no diese nombres.
Esto es lo que le ocurrió:
Fue un verano como todos: horrible.
El calor se hacía insoportable.
Eran alrededor de las seis de la tarde, lucía el sol y
teníamos el aire acondicionado en funcionamiento.
Así que estábamos frescos yo y una clienta en la tienda.
Mientras charlábamos, oímos un gran estruendo.
Los objetos situados en la estantería de la derecha se
movieron todos de golpe haciendo un ruido horrible.
Se cayeron todos unos sobre otros.
Se hizo el silencio.
Mientras sus cerebros buscaban una explicación por lo que
acaban de presenciar, los objetos parecieron cobrar vida y con un ímpetu fuera
de lo normal salieron de su sitio y fueron a estrellarse contra la pared de
enfrente como si alguna fuerza invisible los arrojara con furia.
El pánico aumentó en intensidad y ambas personas decidieron
salirse fuera del establecimiento.
Se pusieron muy nerviosos y tuvieron que acercarse al bar
más cercano para tomarse una tila cada uno.
Mientras trataban de calmar su excitados nervios, movían la
cabeza de lado a lado cada vez más deprisa como queriendo negar la evidencia a la
que habían sido testigos.
Las dos personas necesitaban despertar y sentían una
sensación como de ahogo.
El sobresalto aún lo llevaban en su interior.
Desde aquel día, el miedo a convivir con lo que allí dentro
hubiese estado o peor, que todavía siguiera allí, creció y los responsables del
negocio realizaron las gestiones pertinentes para hacer el traspaso.
Los rumores fueron en aumento, distribuidos por toda la
ciudad a través de los comentarios de algunos vecinos y otras personas que
involuntariamente hicieron que aquello creciera y creciera.
No consiguió realizarse la operación, así que no hubo más
remedio que cerrar el comercio y marcharse a otra parte de la ciudad en donde
las cosas fueran más tranquilas.
Durante la entrevista, el testigo me narró con todo detalle
lo que aconteció aquel día y él lo achacaba a un horrible crimen que se
rumoreaba durante muchos años que había ocurrido allí mismo en aquel lugar.
Salimos al patio del establecimiento y realicé algunas de
las fotografías que acompañan el enlace que aquí dejo:
No hay comentarios:
Publicar un comentario