Orihuela forma parte de la leyenda. Una de las leyendas más famosas de
Aquella que narra la vida y desdichas de Santa Úrsula y las Once
Mil Vírgenes.
La historia cuenta que una bella princesa de las Islas
Británicas, Úrsula, hija del rey inglés Donatu de Dummonia fue prometida al príncipe
Conan Meriadoc de Armórica, lo que es hoy la actual Bretaña francesa.
La muchacha que era muy casta y de enorme piedad había hecho
votos secretos de castidad y para proteger su virginidad sin que se produjese
un conflicto entre las dos dinastías, pidió un permiso especial para poder
posponer su matrimonio por el plazo de tres años, tiempo que ella juzgaba suficiente
para que su futuro marido se convirtiese al cristianismo.
En los largos días de la espera, que se hacían
interminables, Úrsula se puso en marcha camino de Roma y durante la peregrinación
se le fueron uniendo otras mujeres vírgenes hasta completar el número de once
mil.
Después de haber pasado un largo periplo en Europa y haber
llegado hasta su destino, Roma, iniciaron su camino de regreso.
Pero cuando llegaban a Colonia, fueron hechas prisioneras
por las huestes del mismísimo Atila rey de los Hunos.
Los salvajes las martirizaron y luego las decapitaron.
La joven princesa tuvo un desenlace aún peor, pues cuentan
que Atila quedó prendado de su belleza y ante la negativa de esta de
convertirse en su esposa, dio orden de que fuera saetada hasta morir.
En 1612, Francisco Martínez Paterna, en la descripción que
hace de los adornos con motivo de las honras fúnebres en honor de mosén
Francisco Gerónimo Simón, nos indica cómo el altar mayor de la catedral de
Orihuela fue embellecido con todas las reliquias que por entonces existían en
las misma. Entre ellas, dos de las acompañantes que participaron en el séquito
de Las Once Mil Vírgenes, Santa Florinda donada por el obispo Gallo el 31 de
octubre de 1577, e introducida en una cabeza relicario labrado por Hércules
Gargano.
La otra cabeza, la de Santa Severa, fue traída desde Colonia
en 1531 por el canónigo Luis Martínez.
Estas reliquias quedaron guardadas en la sacristía Catedralicia
de Orihuela.
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