Álbum musical destacado por la página web oficial de la Universidad Nacional de Educación Pública Estatal Española (UNED). Apartado dedicado a MIGUEL HERNÁNDEZ, "Poemas musicalizados y discografía". Incluído también en la obra literaria del escritor y colaborador de Radio Nacional de España Fernando González Lucini, "MIGUEL HERNÁNDEZ ...Y su palabra se hizo música".

sábado, 11 de noviembre de 2017

Los ritos funerarios de los antiguos íberos oriolanos



En los tiempos en que los íberos poblaban las tierras de Orihuela (VI a.C.,“Ibérico Antiguo”) se celebraban una serie de ritos.


Estos emplazamientos estaban situados principalmente en la ladera de San Antón, Los Saladares y San Miguel.

Los íberos se preocuparon mucho por la continuación de la vida en el más allá, intentando perpetuar en sus tumbas la misma estructura social. Prueba de este interés ultraterrenal es que algunas de las mejores muestras de arquitectura y escultura íberas se dan en este campo, especialmente en la zona sur.

Una costumbre funeraria era la incineración de los cadáveres. Moda que duraría hasta bien entrada la romanización y cuyo sentido religioso viene a decir que se trataba de una forma de purificar el cuerpo a través del fuego.

Se ataviaba al difunto con sus mejores galas y con los objetos de más valor para el fallecido.

Si este era militar se le enterraba con su arma colocada en posición doblada con la intención de dar a entender que el arma moría con el difunto. Pero si había ejercido algún tipo de oficio, se le acompañaba de su herramienta más importante.

El cortejo fúnebre iba formado por mujeres que con llanto desconsolado escoltaban al resto de la comitiva algunas veces portando un recipiente donde iban recogiendo sus lágrimas para luego acompañar a las cenizas del muerto. Junto a ellas, algunos músicos tocaban sus instrumentos primitivos haciendo sonar las notas del dolor. A paso lento unos caballos y sus jinetes caminaban junto al grupo del que por encima de todo destacaban los familiares que portaban los restos.

La procesión se trasladaba desde la casa del muerto hasta la necrópolis.

Durante la cremación en la pira se realizaban libaciones, arrojándose a la hoguera perfumes y otras ofrendas.

Las cenizas se recogían conjuntamente con algunos huesos que se seleccionaban  de entre los restos y eran encerrados en el bustum (sepultura) dentro de un recipiente cerámico y rodeadas de otros objetos pertenecientes al ajuar del difunto  como ropajes y enseres.

Para completar el ceremonial, podían celebrarse banquetes o fuegos funerarios.

Tenemos casos especiales en los que la urna funeraria era sustituida por una escultura en piedra por ejemplo a la diosa de la fecundidad.

Se conservan algunos relieves que representan a una cabeza de quimera con los pelos erizados y dientes bien definidos que se asemejan a las actuales representaciones demoniacas. 




Los utensilios rituales utilizados eran una especie de pebeteros donde se quemaban sustancias aromáticas, jarros de bronce, vasos cerámicos o braseros pequeños.


En las creencias religiosas íberas se trataba al lince como al Caronte Griego, aquel que transportaba a los muertos. Conjuntamente con el buitre que se ocupaba de los muertos caídos en batalla.


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