Tras los últimos comunicados recibidos por el tendero inmóvil de Archena, los mensajes del Escorial y las confesiones de Juan José Benítez (en su niñez fue visitado, al parecer, por una suerte de ángel que acarició su barbilla en la penumbra) las conclusiones a que se ha llegado, contrastando estas informaciones con las que poseen los grandes contactados, con respecto a nuestra disponibilidad para recibir o no a los extraterrestres, son las siguientes:
- Los extraterrestres no hacen otra cosa que observarnos,
pero aunque muy interesados por nuestra especie, no pueden interferir el curso
de nuestras acciones, sean éstas buenas o malas, por la existencia de una
extraña ley cósmica, todavía sin descifrar. Es decir, si nos encaminamos a una
guerra, nos encaminamos irremediablemente hacia ella.
- Los extraterrestres se sorprenden de ver cómo nos los
imaginamos, adivinando sus periplos estelares. Se pasman viéndose clasificados
por el hombre sin que éste le haya tocado un pelo (o una escama).
- Los extraterrestres son una proyección mitológica del
paradigma tecnológico imperante. Una prueba mínima: no hay literatura
extraterrestre propia, sino literatura terrícola sobre extraterrestres y otros futuribles.
- La aparente pulcritud de los extraterrestres es engañosa.
Todavía excretan y sudan aunque en porciones menores a las humanas.
- No se conoce el lesbianismo o la homosexualidad
extraterrestre aunque no se descarta su práctica posible. Por otro lado, sus
uniformes unisex son de lo menos novedoso en el campo de la moda
intergaláctica.
- Los niños extraterrestres no existen, porque somos
incapaces de imaginarlos, así como de evaluar una pedagogía subsiguiente.
- En realidad lo que buscan los muy miserables no es ni
estudiar nuestras fiestas populares ni aplicarse en la evolución del diseño de
plásticos húngaro, sino robarnos nuestro oxígeno, pues en la octava dimensión
en que se mueven hace tiempo que escasea y últimamente están perdiendo altura.
- Como conclusión, decir que los extraterrestres son un
error del tiempo. Son los nietos de nuestros nietos regresando al pasado que
todavía no se ha resuelto y se va desgranando poco a poco hacia ese futuro
extraño. De todos modos y aún ante la rotundidad de estos puntos, sociólogos,
antropólogos, investigadores de campo, místicos en trance y periodistas
imaginativos, no han dicho todavía su última palabra acerca del fenómeno ovni y
su misteriosa estela en nuestras vidas. Mientras el enigma se descifra, Jiménez
del Oso se impacienta en su sillón ante el número de casos de avistamientos que
se acumulan sin que los extraterrestres se decidan por raptarlo en su
redacción.
José María Piñeiro
FUENTE: LA LUCERNA Nº 74, 1999
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